Si las luces de bengala fueran un invento nuevo, lo más probable es que a la mayoría de los padres no les gustaría la idea y de ninguna manera se las darían a sus hijos de seis años de edad.
Sin embargo, durante la época navideña y en los festejos de Año Nuevo millones de caras sonrientes de niños y jóvenes se encienden de felicidad al ver brillar estos fuegos artificiales que sostienen en sus desprotegidas manos.
El arquitecto Callinicos de Heliópolis, alrededor del año 670, parece haber sido el responsable de la primera producción de fuegos artificiales que se mantienen en la mano.
Una pista de cuándo aparecieron es el primer uso del que se tiene registro de aluminio en fuegos artificiales, en 1894. Ese es el material que le da a las luces de bengala su esplendorosa brillantez.
Cerca de 25 años antes, en 1870, Octavius Hunt había montado una fábrica de fósforos en Bristol, Inglaterra. Pero, según anota Barry Sturman en su Revista de Fuegos Artificiales, no fue sino hasta 1936 que la firma le compró una fórmula primitiva para hacer bengalas a una compañía alemana.
Pero mientras la historia de las luces de bengala no es tan clara, la de los cohetes y los petardos parece tener sus orígenes en las más antiguas tradiciones de pirotecnia.
A los chinos se les atribuye la invención de la pólvora -probablemente en la época en la que empezaba la era común-, aunque se sabe que los antiguos griegos y los romanos utilizaron fuegos artificiales en las batallas, los que lanzaban contra sus enemigos.
Hubo también un elemento de fuegos artificiales en las ceremonias religiosas en India antigua.
Su primer uso registrado en Inglaterra se remonta a la boda de Enrique VII en 1486, según datos históricos.
En el siguiente siglo, la reina Isabel I tenía un sirviente dedicado exclusivamente a montar espectáculos con pólvora.
Lo cierto es que, desde que aparatos explosivos que utilizaban pólvora se incorporaron a la guerra europea a finales del siglo XV, se han utilizado no sólo para entretener y sorprender a un público, sino también -con un efecto devastadoramente destructivo- en el campo de batalla.
Un antiguo manual italiano del siglo XVI titulado sencillamente Pirotécnia, incluye un aparatado titulado: «Cómo los tubos de fuego (o sea, cohetes) deben producirse para defender o asaltar criaderos de gallinas o puertas, para quemar los suministros del enemigo y para festivales».