LA NACION
Estamos vacunados de espantos y sustos, tenemos la fortaleza de un legado”, predicó Nicolás Maduro durante los festejos de su 63 cumpleaños. Sus músicos ya habían compuesto días atrás un jingle con el estribillo “paz, paz, paz” y su aparato de propaganda aprovechó para estrenar en el Teatro Principal de Caracas la película Nicolás, de Yare a Miraflores, biografía distorsionada del dictador.
El teatro de la falsa paz de Maduro nada tiene que ver con lo que realmente sucede hoy en Venezuela.
Hasta los más escépticos sienten cómo el estado de tensión nacional ha aumentado a niveles inéditos: este lunes es la fecha elegida por el Departamento de Estado norteamericano para elevar la calificación del Cartel de los Soles a organización terrorista internacional. Un cambio fundamental para el plan de Washington, ya que esa denominación permite legalmente llevar adelante acciones militares en territorio venezolano contra la delincuencia organizada desde las entrañas del chavismo.
Estados Unidos acusa a Maduro de ser el cabecilla de esta red de redes del narco venezolano, capitaneada desde hace más de dos décadas por generales chavistas y jerarcas revolucionarios, que “han corrompido al Ejército, los servicios de inteligencia, la legislatura y la judicatura de Venezuela”.
Las suspensiones o reprogramaciones en las últimas horas de vuelos comerciales con destino a Caracas de al menos seis compañías han confirmado que la amenaza estadounidense va en serio, en medio de rumores sobre familias de diplomáticos que abandonan aprisa y corriendo el país petrolero. Una situación “potencialmente peligrosa”, como advirtió la Administración Federal de Aviación norteamericana (FAA, por sus siglas en inglés).
El presidente colombiano, Gustavo Petro, protestó por estas cancelaciones, que denominó “bloqueos contra los pueblos”, un “crimen de la humanidad”.


