Boca luchó y estuvo a la altura de un partido grande, pero otra vez falló en el final

Redacción: Leandro Contento

La revolución que la gente de Boca causó en Miami no merecía este final. No merecía un desenlace que deja al club al borde de la eliminación en el Mundial de Clubes, con un equipo que dio todo, que acarició la hazaña, y cayó de pie. En la previa, las playas se llenaron de banderas, las calles se convirtieron en caravanas interminables, los aeropuertos explotaron de hinchas, pero la ilusión chocó de frente con la realidad.

En cuatro días, Boca, que había empezado ganándole 2 a 0 a Benfica y parecía listo para dar pelea entre los grandes del torneo, se encontró prácticamente fuera de competencia, dependiendo casi de un milagro para alcanzar los octavos de final. Boca sabía que para seguir soñando debía jugar un partido perfecto, y la goleada de Benfica ante Auckland City en primer turno aumentó aún más esa presión.

El calendario, sin dudas, le jugó una mala pasada al equipo de Miguel Ángel Russo. Mientras Bayern y Benfica se aseguraron triunfos cómodos ante el rival más débil de la zona y llegaron con aire a las fechas decisivas, a Boca le tocó abrir contra los dos europeos. Sabía, desde el arranque, que para tener chances reales debía vencer a alguno de ellos, por más difícil que pareciera. Con Benfica estuvo cerca, pero se le escapó en el final. Y ante Bayern Munich se notó, por momentos, esa diferencia que ya estaba escrita en los papeles. Bayern dominó, Boca luchó con el corazón, pero no le alcanzó.

Ahora, todo se definirá en la última jornada: el martes, el Xeneize deberá golear a Auckland City y esperar una derrota de Benfica, además de mejorar su diferencia de gol, que hoy es de +6 para los portugueses contra -1 para Boca. Difícil, pero no imposible.

Russo había advertido antes del partido que la clave para enfrentar al Bayern era controlar las subidas de sus laterales. Pero Boca nunca resolvió ese problema. Porque Laimer y Guerreiro no atacaron por afuera como se esperaba, sino que se cerraron al medio, generando superioridad numérica y desordenando la defensa xeneize. Cuando el equipo alemán decidía atacar rápido, lo hacía por las bandas con sus extremos, Coman y Olise, que partían muchas veces en soledad, bien abiertos contra la raya, y fueron una pesadilla constante para los laterales de Boca.