Ariel Ruya
Son chicos, pero juegan como grandes. Hay muy buenas individualidades, aunque lo que resalta es el equipo. Un auténtico equipo.
La Argentina le ganó a México por 2 a 0 en Santiago y se clasificó para las semifinales del Mundial Sub 20 de Chile, rumbo al sueño juvenil que se demora desde 2007. El siguiente rival será Colombia, el próximo miércoles.
En el comienzo de esta historia, en dos minutos pasó de todo. México sufrió una seria lesión, se quedó con diez futbolistas y, en la jugada siguiente, la Argentina abrió el marcador. Alexei Domínguez cayó tendido sobre el césped, luego de un mínimo empujón de Julio Soler. El delantero salió envuelto en lágrimas, y el desarrollo siguió. Pocos segundos más tarde, un bombazo de Valentino Acuña encontró las manos salvadoras de Emmanuel Ochoa, pero el rebote fue capturado por Maher Carrizo, el mejor de la Argentina y del Mundial, y el chico de Vélez Sarsfield definió con alma y vida.
En el cierre, argentinos y mexicanos se mezclaron en un tumulto propio de cuentas pendientes y del torbellino de un partido muy caliente. Fue expulsado Diego Ochoa, luego de que Placente pidiera la tarjeta verde. El DT, minutos después, volvió a la carga: un codazo de Tahiel Jiménez a Tobías Ramírez merecía una lógica expulsión, inicialemente omitida por el árbitro.
Y entre tanta tensión (hasta hubo una discusión fuera de lugar entre los entrenadores), se bajó el telón. La Argentina sigue viva. No tendrá en el próximo partido a Carrizo, que será suspendido, pero siempre va hacia adelante.