«En ese momento no lo pensé, pero sí me dolió cuando la sostuve y vi que era una bebé. porque yo también tengo una bebé chiquita. Fue muy duro, te pega, por muy duro que seas, ver una niña en esa situación te pega y la impresión de ver a la abuelita así, quemada, te pega más», relata el policía Sergio Ángel Soriano, quien ayudó a Alicia y a su nieta a salir de la zona donde la tarde del 10 de septiembre estalló una pipa de gas en el Puente de la Concordia, en Iztapalapa.
El oficial de la Policía Bancaria e Industrial (PBI) lleva 18 años de servicio en la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), pero hace sólo seis días fue asignado a la vigilancia en el Cetram de Santa Marta. Si bien recuerda varias acciones peligrosas e impactantes como parte de su trabajo, lo que atendió el miércoles «supera a todas».
Tras la explosión, Soriano corrió hacia la zona del siniestro, al encontrarse de frente con Alicia, que cargaba a la bebé, lo primero que pensó fue en ayudarlas, «Agarro a la niña, la sostengo y la ropa se seguía quemando, se la separo como pude, veo que es una bebé y corro con la niña a tratar de alejarlos de la explosión», recuerda.
Cuando el policía salió del lugar con la bebé en brazos y vio que sería difícil que las ambulancias llegaran hasta donde se encontraban, decidió llevar a la pequeña Jazlin a un hospital por su cuenta.
«Afortunadamente, mi hermana y su esposo, no sé cómo, llegaron ahí en moto», recuerda. La hermana del oficial Soriano bajó de la moto para que su esposo pudiera llevar al oficial y a la niña al hospital.
«De momento no supe, ya los topé de frente, pero yo iba con la bebé y fue muy duro porque la piel de la bebé se derretía, la tocabas y se te pegaba. Le digo a mi cuñado ‘sabes qué, llévame, vámonos al hospital’, y nos fuimos en sentido contrario por la avenida, chocamos, equilibramos la moto como pudimos y nos metimos y una vez que dejamos a la niña ahí regresé por la señora».