Redacción: LA NACION
El Mundial de Clubes se le hizo demasiado grande a River. No tuvo futbolistas ni presencia para abarcarlo, ni siquiera en una etapa de grupos en la que podía albergar razonables expectativas de clasificación. Inferior a Inter, la derrota final por 2-0, que cabía en el presupuesto inicial, agrandó el lamento por la oportunidad que dejó pasar con el empate frente a Rayados de Monterrey, que en definitiva era el rival directo para jugarse el pase a los octavos de final.
Sin goles en los últimos dos partidos y con tres expulsados. Y Acuña desorbitado tras el final tratando de ajustar cuentas con Dumfries que deben venir del Mundial de Qatar y se acrecentaron en el atardecer de Seattle. Pobre y triste despedida de River, agudizando los problemas que arrastraba. Y con dificultades para controlar los nervios. El balance le da en rojo.
Más de 23.000 hinchas de River en el Lumen Field alentaron sin alterar la impotencia del equipo en casi todo el desarrollo. River terminó jugando la última media hora con Giorgio Costantini de N° 5, un chico de 19 años que tenía unos pocos minutos en primera división. El salto a disputar una instancia decisiva del Mundial de Clubes fue demasiado grande y grafica lo desarmada que fue la última función de River. Con futbolistas de buena actualidad (Colidio, Mastantuono) que no estuvieron a la altura y muchos de una mediocridad que no es nueva (Kranevitter, Aliendro, Borja).
Al voluntarismo de River le faltó sincronización en el primer tiempo. Sintió la escasa participación de Colidio, que venía siendo su hombre más claro y punzante. Mastantuono se enredaba más de lo que aclaraba por el otro sector. Y Borja lo tenía complejo con el aguerrido Acerbi. Se le dificultó a River crear peligro, todo era forzado y las coberturas de Inter le cerraban los caminos. River caminaba por la cornisa, demasiado nervioso y desubicado. Atrás se abría como un melón e Inter lo castigó con un pase de Sucic a Espósito, autor del 1-0. Ya se había ido expulsado Martínez Quarta, por bajar a Mkhirtayan cuando encaraba hacia Armani. En el final también se fue expulsado Montiel por un exceso en un tumulto. Tres tarjetas rojas en dos partidos acumuló River, una concesión que no puede permitirse porque se agrandan sus limitaciones futbolísticas y afea su imagen disciplinaria.
El 1-0 ya daba para asunto resuelto, River no tenía manera de reaccionar. Ni siquiera la entrada de Pezzella para rearmar la línea de cuatro evitó el segundo de Inter, que se movía a placer, con una autoridad que River ya no podía desafiar desde ningún lado, ni con los pies ni con la mente.